La palabra de los pequeños

27 de Diciembre de 2017

[Por: Juan Manuel Hurtado López]




Dice Don Pedro Casaldáliga en su famoso poema ‘San Romero de América’: “Nadie podrá callar tu última homilía”. Y Mons. Romero, con voz profética, había exigido a los militares y a la policía de su país: “en Nombre de Dios: cese la represión”. Y a los pocos días fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía. Estas palabras, tanto las del obispo Casaldáliga como las de Mons. Romero, siguen hasta el día de hoy resonando en nuestros oídos y en nuestro corazón. Nos preguntamos: ¿Por qué tienen tanta fuerza y duración?

 

Esto nos lleva a otras preguntas: ¿Quién tiene autoridad? ¿Quién está autorizado para decir una palabra? Jon Sobrino habla –y con mucha razón– de la autoridad de los mártires.  A veces la palabra profética más fuerte ha sido su silencio. Silencio como el de Jesús ante Pilato, silencio como el de Jesús en la cruz. Su silencio de crucificado causado por la injusticia y la maldad de los seres humanos, pero también como signo de su entrega total y su fidelidad al Padre, es la palabra más sonora que jamás se haya pronunciado en la historia de la humanidad. Es un silencio que sigue vibrando en los oídos de muchos hombres y mujeres a través de los siglos. Esto nos recuerda “El Dios crucificado” de  Jürgen Moltmann.

 

El 22 de diciembre estuvimos en Acteal, pequeño paraje del sureste mexicano en el Estado de Chiapas, México. Celebramos los 20 años de una masacre de 45 hombres, mujeres y niños, que se encontraban en una jornada de tres días de ayuno y oración por la paz, perpetrada por grupos paramilitares que entrenó, armó y guió el Gobierno mexicano el año 1997. Fue la fiesta de la memoria, del NO-OLVIDO, de la conciencia y de la esperanza. Fue la fiesta de la dignidad y de la lucha.

 

¿Cuál fue la palabra de estos mártires? ¿Cuál fue su “homilía”?

 

La palabra de estos mártires fue su entrega en la lucha por la justicia y por la paz, su “homilía” fue su sangre derramada, su entrega; su palabra fue su silencio. Esa es la mejor palabra y la mejor herencia que ellos nos han dejado. Desde entonces a esta fecha su martirio ha sido una luz que nos ha guiado, una enseñanza de cómo se debe entregar la vida por una causa, una motivación para la Organización Sociedad Civil Las Abejas a la cual los mártires pertenecían, y un signo claro de resurrección en las mentes y en los corazones de miles de hombres y mujeres de buena voluntad en México y en muchos países.

 

Los mártires de Acteal han despertado conciencias adormecidas en México y allende sus fronteras, han convocado a la solidaridad con ellos mismos y con otras organizaciones que luchan por los Derechos Humanos, han sido esperanza para otros sectores y organizaciones de la sociedad. Los mártires de Acteal han sido una bendición y un don para estas tierras por todo lo que han logrado transformar. Esa ha sido su “homilía”, su palabra.

 

En los últimos 20 años Las Abejas han exigido justicia para sus compañeros asesinados, sin que hasta ahora el Estado Mexicano haya hecho justicia, ya que liberó a los asesinos que ya tenía encarcelados. Pero es una Organización civil que ha renunciado a la violencia, a la venganza, y sigue trabajando con medios pacíficos.

 

Y de esta manera los pequeños nos siguen dando sus “homilías”: los indígenas desplazados en la montaña por causa del conflicto de tierras y que resisten al hambre y al frío, los migrantes con sus eternas travesías luchando contra todas las adversidades, pero siguen con esperanza. Ésa es su palabra.

 

 

Imagen: http://www.lastampa.it/rf/image_lowres/Pub/p3/2015/12/22/VaticanInsider/Foto/TNX-11512-acteallapresse.jpg 

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